Prólogo de Me nombro mujer. Antología de voces femeninas, compilado por Áerea Indira. México, Vitrali, 2023

Iliana Rodríguez Zuleta

¿Ustedas de dónde vienen?

¿Y a dónde vamos juntas desde ahora?

Sandrah Mendoza

La violencia constituye, pues, una de las vertientes incluidas en la antología. Por ejemplo, en los textos de Olivia Moreno. En el poema en prosa “La loca”, se habla de una mujer que sufrió un ataque sexual y fue encerrada, precisamente como una loca. Luego ella se violenta a sí misma, se trata de suicidar. Ha sufrido la violencia de ser criticada, además, por protestar violentamente (¿hay otra forma?, parece preguntarse la protagonista, como se preguntan muchas que fueron violentadas).

La antología Me nombro mujer, compilada por Aérea Indira, reúne voces poéticas de mujeres que reflexionan sobre la experiencia femenina. Cada experiencia resulta diferente, claro está, pero se comparte una época y un lugar: la situación actual de las mujeres en México es, frecuentemente, la de las violentadas, asesinadas y desaparecidas. También la de las juzgadas, ninguneadas y encerradas. El catálogo de las violencias incluye las físicas, las psicológicas, las simbólicas, las económicas, etcétera.

Se enfoca, así, la violencia que se ejerce de regreso, como la de aquella en el poema “Arrastrada”, de la misma Olivia Moreno, cuyo personaje femenino se convierte en serpiente para poder morder, envenenar y aniquilar a quien de alguna forma fue su enemigo. El texto tiene un eco del poema  “Serpentina”, de Delmira Agustini, donde serpea la mujer para seducir, pero también por odio, para envenenar. Se verifica, así, en ambos poemas, un replanteamiento de las caracterizaciones de la mujer y de la serpiente procedentes del Génesis. Recordemos, además, que la poeta uruguaya fue asesinada por su ex marido, en un acto terrible —ayer y siempre—, que hoy conceptualizamos como feminicidio. Se trata del castigo extremo, desde el punto de vista patriarcal,  por serpentear.

Otro tipo de violencia es la que se menciona en “El gusano del jolote”, de Hortensia Carrasco Santos. Se supone que, si una mujer sale sola, la embaraza ese espantajo. Representa, claramente, un medio para coartar la libertad de las mujeres. Pero estas, en el poema, van saliendo del encierro simbólico y ganando su libertad.

Relacionada con la libertad femenina, otra vertiente en la antología Me nombro mujer es la del sexo, que se presenta de manera directa, sin eufemismos. Vulva y clítoris son llamados por su nombre. También el cuerpo masculino, cuando es el caso, se menciona directamente. Y el orgasmo y la masturbación. Por ejemplo, en los poemas de Janis Alatriste. En “Lilith” —personaje mítico o demonio femenino que encarna los aspectos de la feminidad supuestamente negativos—, una mujer tiene una relación consigo misma, en solitario, que se eleva a niveles extrahumanos. En cambio, en “Dedos de arándano” la relación sexual con un hombre se describe, si bien con claridad, también con desesperanza.

Vinculado con esto surge el tema del resguardo de la virginidad versus la sexualidad femenina ejercida de manera libre. Por ejemplo, el texto “De tal forma que simplemente soy yo”, de Lilian De la Rosa, que pude leerse lo mismo como un poema en prosa que como un consejo a las mujeres más jóvenes o del porvenir, a la manera de los huehuetlatolli de la cultura del Anáhuac. Pero este sermón, discurso —o “choro” echado a su “amix”— resulta feminista en cuanto a la elección propia sobre el cuerpo y sobre la sexualidad. Lo cual es más que políticamente correcto: es urgente en este país.

Otra vertiente de la antología es la vida cotidiana de las mujeres. Por ejemplo, el poema “Otra nota”, de Yohali Pinacho, en el que se construye una idea de la soledad como algo sencillo, no necesariamente negativo: se puede cenar una rebanada de pizza, ver una serie, entre otras actividades simples y placenteras. En “Poesía doméstica”, de Zamara León, las actividades supuestamente femeninas —léase las tareas domésticas—, tales como planchar, trapear y sacar la basura, cobran una dimensión metafórica, y se entremezclan con decisiones graves, como la elección de no ser madre ni perfecta ama de casa.

Esta crítica de ciertos modelos de feminidad aparece en varios textos de la antología. Por ejemplo, en un poema de América Femat Viveros, “An appointment please”, se retrata el ambiente oficinesco, donde hay, en ocasiones, mujeres que se visten y se maquillan para los hombres. Es decir, son para los otros, no para ellas mismas.

Sin embargo, el ser para una y el ser con las demás mujeres se va construyendo con toda fuerza, firmemente, en los poemas de todas las autoras de esta antología. Sandrah Mendoza, por ejemplo, plantea en “La fuerza de la semilla” la construcción de la sororidad y el afianzamiento de una genealogía femenina.

Al final, esta antología presenta un tipo de poesía militante por una vida segura, digna y placentera para nosotras. La poesía nos ofrece, así, un camino para pensarnos de otra forma, para imaginarnos de una mejor manera. De reconstruirnos como mujeres y poder ser con las demás personas, de cualquier género, en un mundo hospitalario, propicio para cada quien.

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