Iliana Rodríguez

Los textos de Lotería mexicana recogen situaciones y paisajes reconocibles para quien haya habitado en este país: la vida en los barrios tradicionales, el olor a canela de las cocinas, los tenis colgados en los cables de luz, la ofrenda del Día de Muertos, la época de los narcosatánicos, los feminicidios en el norte, los jóvenes rechazados por las universidades, la organización sindical, la resistencia de los pueblos indígenas, el fiasco de los políticos, la fraternidad entre viejos compañeros y la sororidad entre desconocidas. Lo entrañable y lo brutal confluyen en estos relatos, estampas y reflexiones, que lindan con la crónica —aunque no lo son—, en su afán de aprehender sucesos de relevancia nacional en un instante determinado, desde la voz de alguien que atestigua.

Ahora bien, como en toda obra, alguna parte de ella provendrá de la memoria y la experiencia propias, que, en este caso, parecen colectivas. El individuo no se realizaría en solitario, sino como parte de una colonia, una familia, un movimiento social, una pandilla de amigos. Esto hace diferir radicalmente esta literatura de otras de nuestro tiempo, en las que el yo no solo reina: avasalla. El individualismo a toda costa —la violencia del yo que suprime a los demás— es justamente lo que hiere a algunos de los personajes de Rosario Covarrubias. En uno de sus relatos, por ejemplo, retoma la historia de aquellos juniors que se dedicaron a quemar a personas que sobrevivían en las calles: vanidad sin dioses, en estado puro. Puro yo vacío.

Ante esa barbarie que no cesa en los noticiarios y en la vida cotidiana, la autora propone, a través de sus personajes y sus narradores, la unión y la organización. En ese sentido, se trata de una literatura de tesis, ya que avisa que la solución está en la comunidad (como en la consigna de “el pueblo unido jamás será vencido”). Así pues, en Lotería mexicana se verifica un choque frontal entre lo que es y lo que debería ser, lo que le imprime su toque quijotesco. Una de las tragedias actuales radica justamente en que lo quijotesco se piense como una simple locura, una tontería o algo fuera de lugar. Quizá Lotería mexicana se sitúe como una obra fuera de lugar, ya que muestra una pugna por “enderezar tuertos y deshacer agravios” en un país que ha perdido el rumbo.

Sin embargo, no se crea que todo es seriedad en esta obra. En varios momentos y en varios textos, Rosario Covarrubias encuentra, con destreza, la ironía y el humor. Esos relámpagos nos hacen vislumbrar un mundo habitable y llevan a una dimensión ridícula actitudes como el hurto de cervezas de un tráiler accidentado, con las que se acaban emborrachando los ladrones. En otros momentos, no hay risa sino sonrisa. No de manera gratuita los textos en los que se produce esa amabilidad son los que rememoran la infancia y el pasado. Entonces huele a café de olla y todo parece mejorar.

De las habitaciones de la memoria, la autora nos muestra los lavaderos de su antiguo Coyoacán, la querida figura de su madre, un par de perros confundidos, alguna desventura o alguna ventura de la infancia. Con estas y otras historias, se completa la lotería que esta obra es. En cada carta, en cada cuadro, en cada página surgen, uno a uno, los personajes y las situaciones que completan este juego de antaño, que se jugaba en comunidad.

De antaño también retoma Rosario Covarrubias la deliciosa costumbre de narrar historias en el patio: las palabras de la tarde. El sabor de oralidad, de lengua cotidiana, imprime un tono muy especial a estos relatos, estampas y reflexiones. La autora aborda los temas con franqueza y sin vericuetos. Directa, derechamente relata o dice lo que le dictan tanto su memoria como su observación de los hechos contemporáneos. No hay truco sino arte: el difícil arte de la sencillez.


Iliana Rodriguez, prólogo del libro Lotería mexicana: relatos, estampas, reflexiones (Ciudad Nezahualcóyotl, Cofradía de Coyotes, 2024). Leído en la presentación del libro en la Biblioteca Antonio Caso de la Escuela Nacional Preparatoria 1 Gabino Barreda. Xochimilco, CDMX, 5 de abril de 2024.

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