Se arruina la palabra en los oídos del otro,
se traiciona en la confusión, se dobla
enajenada en la romería de intérpretes.
Nunca una torre en la firmeza del concilio;
nunca un poema, una ley,
una carta de amor, un testamento,
una plegaria
que en única concordia
signifiquen.
¿Qué fuego para qué ladrillo, qué lengua
que enamore, qué palabra irreductible
a sinonimia se requiere
para construir una torre sin soberbia
que suba más allá
del más alto de los altos firmamentos?
© 1995, Iliana Rodríguez.
(De: Iliana Rodríguez, Claroscuro, México, Mixcóatl, 1995.)